domingo, 12 de agosto de 2007

Pura Bronca


Gustavo Costas lanzó la convocatoria con pretensiones de estímulo anímico para sus jugadores, y tuvo respuesta diversa. Porque la gente de Racing, aunque acompañó en buen número, no siguió de manera estricta el pedido del técnico. "Quiero que vayan todos, que los jugadores sientan todo el apoyo desde temprano", había dicho el entrenador un día antes. La respuesta no llegó a satisfacerlo por completo. Costas tuvo la primera impresión desfavorable en el arribo del micro, cuando notó que la recepción al plantel era limitada. Es probable que buena parte de la hinchada contemplara otra prioridad para expresarse. Unos 150 personas se reunieron en el acceso al Hall de la Fama, en la puerta 2, para manifestarse en contra de la venta de Maxi Moralez al FC Moscú, cerrada el martes. Sonaron dos hits ("De Tomaso botón, De Tomaso botón, vos sos hincha de River...." y "Salta, salta, salta, pequeña langosta, Marín y De Tomaso son la misma bosta"), síntesis del desagrado por la transferencia del Enano. La intervención de la Policía sirvió para dispersar a la gente y cambiar el eje de discusión, pues en la tribuna local, salvo algunas pancartas —se apuntó contra el juez Enrique Gorostegui, a cargo de la quiebra de la institución—, no hubo pronunciamientos sobre la salida de Moralez... hasta que un ceremonia oficial devolvió a los hinchas a la realidad. Fue cuando autoridades de Blanquiceleste les dieron un plaquetas a los tres campeones del mundo Sub 20 que siguen en el club, Claudio Yacob, Matías Sánchez y Gabriel Mercado (también recibió Gonzalo García, que no fue a Canadá por lesión). En ese instante, como si se hubiese reparado en que faltaba el más destacado, el Cilindro estalló en insultos a Fernando de Tomaso.¿Aliento sostenido? Más o menos, durante la mitad del primer tiempo y en el arranque del segundo. En los mayores tramos pareció que a la gente le costaba engancharse a raíz del pobre rendimiento del equipo y de la nostalgia prematura por Maxi. Sí reaccionó a ocho minutos del final, cuando Banfield amenazaba concretar lo que luego selló. Otra vez nació una censura masiva a la gestión de Blanquiceleste, algo que no resulta una novedad.