domingo, 4 de noviembre de 2007

A 40 Años de la GLORIA



Hoy se cumplen cuarenta años del momento más importante en la historia deportiva de Racing, pues el 4 de noviembre de 1967, el club de Avellaneda tocaba el cielo con las manos, al vencer, en Montevideo, al Celtic de Escocia por uno a cero. Y esa imagen, en blanco y negro, recorrió el mundo, con sus jugadores abrazados a la Copa Intercontinental, que por primera vez conseguía un conjunto argentino.Era «El Equipo de José», de Juan José Pizzuti. El conjunto de las hazañas. El que consiguió el título local en 1966 (con una campaña brillante) y la Copa Libertadores y la Intercontinental, al año siguiente.Racing llegó al primer plano mundial luego de obtener la Copa Libertadores, venciendo en un encuentro desempate (disputado en Santiago de Chile) a Nacional de Montevideo. Unos meses después, tuvo que enfrentar al Celtic de Escocia. En el primer encuentro, en Europa, ganó el local por uno a cero. En la revancha (en el estadio Presidente Perón) se impuso la Academia por dos a uno (goles del Toro Raffo y el Chango Cárdenas). Entonces, llegó el cotejo definitorio, en Montevideo, el 4 de noviembre de 1967. Y el golazo de Juan Carlos Cárdenas, que valió un título del mundo.Sobre los choques con el elenco europeo, Humberto Maschio, le explicó a Racing.com.ar: «Los partidos con el Celtic siempre van a ser muy recordados; y por suerte, nosotros pudimos quedarnos con la copa, pero fue muy difícil, es que ellos tenía en un gran equipo. Y tengo que ser sincero, allá en Escocia nos dieron un baile bárbaro y por eso el 1 a 0 nos terminó dejando conformes, porque pudo haber sido peor. Después en la cancha de Racing, jugamos mejor y pudimos ganar. Y el tercer partido fue el más trabado de todos, sin muchas situaciones y por suerte el Chango marcó ese golazo, y pudimos festejar». La conformación del equipo, de parte de Juan José Pizzuti, resultó milagrosa, porque fue reclutando jugadores, de donde podía, para sacar a Racing de un profunda crisis futbolística y económica. A partir de 1965, para ello, promocionó a algunos juveniles, cambiándoles el puesto, porque Perfumo pasó de seis a dos, el Panadero Díaz, se seis a tres, y el Coco Basile, de cinco a seis. Además, llegaron libres de Boca Juan Carlos Rulli (podía actuar de ocho o de cinco) y Juan José Rodríguez; mientras que Miguel Angel Mori, cruzó la vereda desde Independiente, en parte de pago por la operación de José Pastoriza; a Jaime Martinoli se lo pidieron a Banfield (donde el DT había jugado y tenía contactos) y Nelson Chabay llegó de Uruguay, como defensor suplente calificado, para todos los puestos del fondo.El único gran refuerzo, de jerarquía, fue el Bocha Maschio, quien había triunfado en Europa: «Con Pizzuti, fui compañero de equipo y en los años que estuve en Italia seguí manteniendo contacto a través de las cartas y cuando me propuso volver no lo dudé», relató. Entonces, con estos matices, no había duda de que el cerebro del equipo iba a ser Humberto Maschio, quien recordó, con sinceridad: «el plantel se formó para salvarse del descenso porque hasta la llegada de Pizzuti la situación no era buena. Pero José se la jugó por muchos pibes, que después demostraron tener una personalidad bárbara, más la llegada de algunos más grandes, como yo».El uruguayo Nelson Chabay fue héroe de Racing en su propia tierra, porque si bien alternó en la formación titular, en el choque con Celtic, le tocó jugar desde el arranque por la ausencia del Panadero Díaz: «fue el logro máximo que tuve en el fútbol, sin dudas. Pese a que pudo desarrollar una trayectoria bastante importante, como jugador y como técnico, la Copa Intercontinental fue lo máximo, para mí. Fue la cima de la satisfacción, personal y colectiva», dijo.
Antes de los logros internacionales, en 1966, Racing ganó el título local, completando un record que solo pudo ser derrotado en 1999 por el Boca Bianchi, porque los dirigidos por Pizzuti, acumularon 39 cotejos sin perder. Y de a poco la llama de la gloria se fue apagando, porque en 1968 a la Academia se le negó el título local en el triangular con Vélez y River, y hasta este presente, en cuarenta años, pasó de todo: la quiebra, el descenso, de debacle deportiva e institucional, con apenas dos excepciones: la Supercopa de 1988 y el Apertura 2001, ganado de la mano de Mostaza Merlo.