Sin Maxi Moralez, y esa defensa que no extrañó la ausencia de Cáceres y tampoco dejó pasar ninguna visita al área de camisetas rojas, desde ahí atrás ganó confianza, Racing, pero lo bueno lo siguió modelando en la mitad de la cancha con el sacrificio y los botines filosos de Zuculini y Yacob. Donde Peñalba, Ortigoza o Mercier trataban de hacerse salida, enlace entre la pelota que venía de atrás y los puntas que esperaban adelante, ahí mismo cortó Racing. De raíz. Al límite. Y bastante más allá también, gracias a la permisividad de un Sabino que perdió el control del partido enseguidita, nomás. Para redondear el austero plan de Racing, que hoy sabe que para más no le da el sueldo, faltaba un gol. Y lo encontró la primera vez que un delantero pisó el área con intenciones serias, con ese movimiento veloz de González, rápido para buscar la segunda jugada cuando el remate de Lucero todavía no era un rebote infantil. Cuando lo fue, y el punta lo pescó, el plan cerró a la perfección.
Los minutos pasaban y todo seguía igual: el conjunto local iba pero no generaba demasiado peligro y la Academia apostaba a la contra. En los últimos 15 la Academia aguantó bien ya que el Bicho no volvió a inquietar a Gullotta, y luego de cinco largos minutos añadidos por Sabino el partido terminó y Racing se llevó los tres puntos. Tres puntos que renuevan la esperanza del hincha y que le otorgan una importante confianza al plantel y al Chocho. Si se quiere, se puede. Si se quiere, la promoción quedará bien lejos...