domingo, 8 de marzo de 2009

Goleada y Promoción

Los goles le pegan en donde más duele, en el alma, que está más en pena que nunca: Racing quedó en Promoción, perdió por goleada ante un rival que no había arrancado bien el torneo, mostró los peores síntomas y, por si faltara algún sostén numérico para remarcar la catástrofe, hace diez partidos que no gana y sacó tres puntos de los últimos 30 que disputó... El tercer gol, el segundo de Matías Giménez, fue algo así como una guillotina para un enfermo terminal. Racing ya estaba listo... Más allá del veranito que insinuó en el arranque del segundo tiempo, cuando había acertado un par de pases seguidos, su destino en Victoria estaba escrito. Un equipo que no es tal nunca puede ilusionarse con algo bueno. Sin orden, sin criterio, sin carácter, sin rebeldía, ¿sin futuro? Racing es un desconcierto. Aunque está Caruso, sigue siendo el Racing de Llop (ayer, la gente volvió a insultar a los jugadores). Lo abruma la escasez de líderes, lo acorrala la incapacidad individual, se lo devora la presión...El resultado final establece la exacta diferencia que hubo y que hay entre Tigre y Racing. Ni siquiera cuando Franco Sosa clavó el descuento con la colaboración de Islas hubo un gol de distancia entre ambos. Porque mientras Tigre cumplía la premisa madre del fútbol (dársela a un jugador de la misma camiseta), Racing se baleaba solito en los rincones. Hoy, como ayer, Racing juega a lo que puede... Y como no puede mucho, hace lo que hace. Sin parecerse a La Naranja Mecánica, los muchachos de Cagna fueron bordando de a poco, al ritmo de Castaño, cada jugada. Tic, tac, sin lujos, sin ostentaciones, pero con practicidad. Movilidad en los dos volantes externos (más protagonismo de Giménez), proyección criteriosa con los laterales (más con Arruabarrena), inteligencia táctica de Lazzaro para retroceder y pivotear. Simple, sin estridencias, con eficacia.Entonces, para Racing, la comparación es odiosa: así, siempre va a quedar expuesto ante rivales que respeten esas pautas. Por lo visto, la inyección anímica que pudo provocar la llegada de Caruso Lombardi se desvaneció. Sus jugadores, evidentemente, no soportan el peso de semejante mochila. La pelota les quema. Ya no alcanzan las ganas de Lugüercio. Todo es fragilidad. Es cierto que el derechazo de Franco Sosa que reventó el travesaño pudo ser el 2-2, tan cierto como que siempre se vio clarito que Tigre estaba más cerca del tercero y del cuarto. Lógica pura.El panorama de Racing es desolador. Ahora quedó al borde de la hoguera. Pero su historia no merece ser quemada.