lunes, 1 de junio de 2009

Punto que Suma

Si están donde están, angustiados en la indigencia, raramente se les pueda pedir otra cosa. ¿Correr y poner? Dejaron hasta la última gota de sudor. No permitieron respirar a ningún adversario. Por momentos la pelota iba y venía, cortada, maltrada, en lo que llegó a parecer un aburrido partido de tenis. Por otros, cuando al fin algunos encontraron un mínimo de precisión, el juego se hizo, si no vistoso, muy vertiginoso. ¿Orden y eficiencia? Si lo que buscaban fue no dar flancos, prestar atención casi desmesuradamente, cumplir a rajatabla la misión encomendada a cada uno para evitar que el rival evolucionara en la cancha, sin duda, lo lograron. Y si el objetivo primario era no perder, también dieron en la tecla. ¿Si les alcanzó? Eso se responderá según el cristal de cada uno. ¿Les faltó fútbol para zafar de ese 0-0? Claramente. Durante buena parte del partido se mataron a centros, a pelotazos al bulto, como casi exclusivo argumento ofensivo. Por supuesto, por eso están donde están.A todo o nada. También les faltó audacia. Especialmente al Lobo, más acuciado, más necesitado de los puntos. Ese Gimnasia que pudo ganarlo, sí, pero que dio algunas ventajas fundamentales. Por caso, la chambonada imperdonable de Cardozo para dejar a su equipo con 10, a un equipo que, convengamos, no le sobra nada. También que su técnico no se decidiera a buscar un triunfo que necesita como el agua. No lo hizo y cometió un doble pecado: su equipo tuvo su momento cercano a la gloria cuando en un cuarto de hora del segundo tiempo, como los boxeadores exigidos de una mano salvadora, ambos se sumergieron en un atrapante golpe por golpe. Racing lo pudo ganar. Justamente en ese rato de acción en las áreas en que el 0-0 pendió de un hilo, o sobre el final del pleito, cuando el local entró en zona de impotencia. Aunque en ambos lapsos, Sessa también haya sacado lo suyo. Caruso acabó lamentándose de la suerte grela representada en un rebote en el palo (valiente aventura de Yacob), sin recordar que el travesaño de su arquero aún debe estar vibrando por un chutazo (también de otro partido) de Cuevas. Es verdad: tuvo media decena de situaciones favorables, algo impensado para un choque jugado con alma y hacha. También que no capitalizó el hombre de más, que llegó a los ponchazos, que fue tan dependiente de los centros a la olla como su rival. Tal vez, la gran diferencia haya sido que contó con un Aveldaño que devolvió los mil y un bochazos que llovieron por arriba. Paso a paso. Tantas similitudes, tantas carencias, hacen más entendible el cero final. Aunque no represente lo mismo para uno que para el otro. El viaje de regreso a Avellaneda llevó una buena cuota de alivio por un punto que vale más que eso, en una fecha en que todos los demás desvalidos jugaron para la Academia.